Principios de Economía política, de Carl Menger

Principios de Economía política, de Carl Menger

El nacimiento de la Escuela Austríaca de Economía
Fuente: https://web.archive.org/web/20160606124525/http://www.nanopoder.com.ar/libros-de-cabecera/principios-de-economia-politica-de-carl-menger.html


Los Principios de Economía Política, trabajo publicado por Carl Menger en 1871, constituyen la obra fundacional de la Escuela Austriaca de Economía. Para algunos, este libro es el más importante que trata sobre temas de economía después de La Riqueza de las Naciones, de Adam Smith. Es un texto no muy extenso. La edición castellana, publicada por Unión Editorial en 1983 (hubo muchas reediciones posteriores, por supuesto) es de 252 páginas. Pero se trata de un texto profundo, sustancioso, rico.

El libro tiene una perfecta arquitectura lógica. Comienza por explicar qué es un bien, es decir, aquello que resulta útil para satisfacer alguna necesidad humana. Luego, en el mismo capítulo analiza el modo en el que los bienes se relacionan entre sí y se complementan, de modo tal que, en determinados casos, la capacidad de determinados bienes para satisfacer necesidades depende de la disponibilidad de otros bienes.

En el Capítulo II, se explaya sobre las circunstancias que determinan el carácter económico de los bienes. Aparece entonces la diferencia entre los bienes de primer orden o bienes de consumo, y bienes de órdenes superiores o factores de producción, los cuales, a su vez, requieren de la posibilidad de ser adecuadamente combinados para convertirse en bienes utilizables. Y, complementariamente, considera el problema de las cantidades disponibles, del cual se desprende el concepto clave de escasez.

Pasa luego Menger a ofrecer su solución respecto del complejo problema del valor de los bienes económicos. Por la misma época en la que el inglés Jevons y el francés Walras, cada uno por su lado, llega Menger a su ingeniosa solución acerca del carácter subjetivo del valor de los bienes económicos, superando así la vieja concepción de la economía clásica, que atribuía naturaleza objetiva al valor, supeditándolo, en la típica concepción de David Ricardo, a la cantidad de trabajo depositado en cada producto. Dio comienzo así la posteriormente llamada “revolución marginalista”.

En el capítulo siguiente, el libro explica los fundamentos de los procesos de intercambio, que se derivan, justamente, de su teoría del valor. Dado que los seres humanos atribuimos valoraciones subjetivamente diferentes a los distintos bienes, se abre la posibilidad de realizar intercambios donde cedemos aquello que valoramos menos, a cambio de algo que valoramos más, con personas cuyas valoraciones subjetivas sean inversas a las nuestras. Resulta importante puntualizar que la ciencia económica, aún hoy, no ha llegado a extraer todas las conclusiones que corresponde elaborar a partir de esa idea mengeriana.

En el Capítulo V, y siguiendo adelante con el desarrollo sistemático de su tema, se ocupa el autor de analizar el problema de la formación del precio, que se deduce la interrelación de las valoraciones subjetivas de los bienes por parte de cada uno de los agentes económicos. Este concepto mengeriano proporciona los fundamentos teórico-científicos necesarios para refutar conceptos −empleados por algunas corrientes políticas− tales como que los precios de los productos que se comercializan en el mercado están determinados unilateralmente por ciertas compañías, en perjuicio del conjunto de los consumidores.

Pasa luego Menger a explicar la naturaleza del valor de uso y el valor de intercambio de los diferentes bienes, según el lugar que ocupan cada uno de ellos en la escala subjetiva de los respectivos agentes económicos.

Define en el Capítulo VII la naturaleza del concepto de “mercancía”, de modo de dar contenido práctico a los conceptos teóricos desarrollados hasta esa altura del libro. El desarrollo del tema comienza por analizar el significado del vocablo “mercancía” en su acepción popular, para luego ir decantándose hacia el enfoque técnico del término y así establecer precisamente el alcance de su significado.

Concluye el libro con el desarrollo de una teoría del dinero, que empieza por explicar cómo surge la moneda, no en virtud de una decisión estatal, sino de un proceso social espontáneo, hasta que llega a institucionalizarse con la acuñación.

Como se ve, todos los conceptos desarrollados por Carl Menger atañen a los principios y fundamentos del desarrollo de los procesos económicos de intercambio y constituyen la base sobre la cual luego es posible edificar las diferentes teorías y concepciones del ordenamiento económico. Pero en cualquier caso, los instrumentos con los que los economistas trabajan para desarrollar sus diferentes modelos son, siempre, los que Menger dejó establecidos como los cimientos sobre los que la dinámica económica se sustenta. Por lo tanto, del modo en el que estos componentes se combinan, según la elaboración de cada autor, depende el contenido de las respectivas teorías.

Hacia una nueva libertad o Manifiesto libertario, de Murray Rothbard

Manifiesto libertario

Hacia una nueva libertad o Manifiesto libertario, de Murray Rothbard

La libertad, llevada hasta sus últimas consecuencias


El norteamericano Murray Rothbard (1926-1995) fue un pensador que llevó hasta límites muy extremos las ideas orientadas hacia la defensa de las libertades individuales. Básicamente, Rothbard era un anarquista y los fundamentos de sus ideas quedaron plasmados en la obra Hacia una nueva libertad o Manifiesto libertario.

Todo el libro es una severa, coherente y hábil crítica hacia la existencia del Estado y un intento de presentar la posibilidad de establecer un orden social sin autoridades formales. En un análisis detallado, el conjunto del pensamiento de Rothbard contiene razonamientos cuya consistencia resulta muy discutible, lo cual no obsta para que, en relación a ciertas cuestiones puntuales, sus ideas resulten esclarecedoras.

Por ejemplo, en el Capítulo 12, con mucha precisión, Rothbard explica cómo la penalización de actividades como el tráfico de drogas y la prostitución son los factores que incentivan la corrupción de las autoridades, en particular de policías y jueces, justamente los encargados de combatir esos delitos. De ese razonamiento, deduce el autor la conveniencia de anular el carácter criminal de esas actividades. Si la droga y la prostitución dejaran de ser delitos, no habría corrupción asociada a la comisión de esas ilegalidades, es el núcleo del análisis rothbardiano.

Este criterio de análisis está sustentado en una muy consecuente defensa de los principios del individualismo que, en la tradición estadounidense, está ligada a la acción de los fundadores de la Nación. Rothbard denuncia, en los capítulos iniciales del libro, cómo el espíritu fundacional de los Estados Unidos fue perdiéndose en el transcurso de la historia y reclama reencontrarlo.

La línea conductora de la argumentación de Rothbard –y, a la vez, el factor que torna más polémico su aporte− es que todos los problemas se derivan, no del mal funcionamiento, sino directamente de la existencia del Estado. De ese modo, el autor descarta la alternativa de que el desenvolvimiento del Estado pueda ser mejorado. Y esto termina por ser contradictorio porque, en determinados temas críticos, plantea supuestas soluciones que revelan cierto desconocimiento del modo en el que los problemas se presentan.

La idea conductora del pensamiento rothbardiano es que el mercado provee soluciones eficientes para absolutamente todos los problemas y, por lo tanto, la existencia del Estado es innecesaria. Esta argumentación admite una observación a la cual tanto Rothbard como sus seguidores omiten refutar: el hecho de que, para que el mercado pueda operar eficazmente, es necesaria una estructura estatal en la cual el mercado se enmarque. El concepto de que el propio mercado puede definir el marco para que el mercado opere encierra una inconsistencia lógica.

La consecuencia de este desborde es que una idea que conceptualmente está bien encauzada –la reivindicación del individualismo como fundamento del orden social− termina debilitándose a sí misma por pretender atribuirle un alcance excesivo.

Sin perjuicio de este enfoque –que es, por supuesto, discutible, como cualquier apreciación subjetiva− la lectura del libro es recomendable porque las ideas que contiene representan un abordaje refrescante y removedor de conceptos que, de tan “atornillados”, solemos dar por válidos sin cuestionárnoslos. En ese sentido Rothbard es un autor revulsivo, a veces chocante, ácido y, por momentos, encantadoramente ingenuo.

En la parte final de la obra, el autor define una estrategia política para alcanzar sus objetivos y, paradójicamente por tratarse de alguien tan idealista, presenta enfoques muy realistas, pragmáticos, sensatos. No propone cambios radicales en forma inmediata. Por el contrario, sugiere una acción sistemática, perseverante y gradualista.

En el balance global, Hacia una nueva libertad es uno de esos libros a los que vale la pena leer, analizar, pensar sobre ellos pero, al mismo tiempo, ser crítico con las pretendidas verdades absolutas que postula. Como toda obra polémica, tendrá admiradores y detractores. Para poder saber en qué lugar ubicarse, conviene leerlo con atención.

Libertad de elegir, de Milton y Rose Friedman

Libertad de elegir, de Milton y Rose Friedman

La libertad como ejercicio cotidiano
Fuente: https://web.archive.org/web/20160606192635/http://www.nanopoder.com.ar/libros-de-cabecera/libertad-de-elegir.html


Libertad de elegir, de Milton y Rose Friedman, es un buen libro para abarcar, en una sola mirada, el conjunto de efectos provocado por intervencionismo del estado en la economía. El libro fue publicado en 1979 y está focalizado en la situación de los Estados Unidos pre reaganianos pero en su esencia sus conceptos siguen siendo aplicables en la actualidad en la mayoría de los países de Occidente.

En sus primeros capítulos, el trabajo explica sucintamente cómo opera el sistema de mercado, la propensión al intervencionismo del estado y el modo en el que se salda la tensión entre esas dos orientaciones alternativas. Posteriormente, pasa a narrar en qué consiste el estatismo una vez establecido y consolidado. El Capítulo 5 está dedicado a analizar el conflicto insalvable entre el ordenamiento basado en el intervencionismo sistemático del estado y los valores basados en el reconocimiento de la libertad y los derechos individuales como fundamentos del sistema social.

Luego, desarrolla los análisis de algunos temas específicos, basados, esencialmente, en la idea de que la libertad del individuo para elegir es un método preferible a las decisiones arbitrarias y discrecionales de los funcionarios y de los burócratas gubernamentales.

El deterioro del sistema educativo como consecuencia del intervencionismo estatal es el tema tratado en el Capítulo 6. Dice allí que “en la educación, los padres y los hijos son los consumidores y el profesor y el administrador de la escuela, los productores. La centralización educativa ha supuesto unidades de mayor tamaño, una reducción de las posibilidades de elección del consumidor, y un incremento del poder de los productores”.

Y luego, de ese concepto, deduce, explica y desarrolla la propuesta de los bonos educativos, que consisten, esencialmente, en financiar, no a las escuelas propiamente dichas, sino a los alumnos, por medio del otorgamiento del derecho a gastar en educación dinero provisto por el estado, de modo que cada uno (o los padres) pueda elegir a qué escuela desea concurrir. “Un modo de lograr mejoras, de devolver el aprendizaje a las aulas, en especial para los que actualmente están más atrasados, es dar a todos los padres un mayor control sobre la educación de los hijos”, señalan los autores.

Por medio del sistema de bonos, como cada ciudadano tendrá a su disposición el equivalente de dinero que le cuesta al estado financiar su educación, se abrirá la posibilidad de que los padres elijan a qué escuela desean enviar a sus hijos, generándose de ese modo una mayor competencia y, por lo tanto, un incremento en la calidad de todo el sistema educativo. La propuesta de los Friedman, desarrollada en detalle pero en términos comprensibles, merece ser tenida en consideración porque, aunque no sea una solución de fondo, constituye una alternativa claramente superior al financiamiento directo por parte del estado, que se aplica actualmente.

Pasa luego el libro a tratar la nociva influencia del estado en la regulación de las relaciones comerciales. Aquí, como en todo el libro, la línea argumental es la defensa de la libertad del individuo para tomar sus propias decisiones. “Si un comerciante le ofrece artículos de calidad inferior o a un precio más alto que otro, usted dejará de frecuentar su tienda. Si compra artículos para vender que no satisfacen sus necesidades, usted no los comprará. Por consiguiente, los comerciantes buscan por todas partes aquellos productos que puedan satisfacer sus necesidades y que puedan ejercer atracción sobre usted. Y van tras ellos porque de no hacerlo no podrían seguir en el negocio. Cuando usted entra en una tienda nadie le obliga a que compre. Usted es libre de hacerlo o de irse a otra parte. Esta es la diferencia esencial entre el mercado y un organismo político. Usted es libre de elegir. No hay ningún policía que le saque el dinero de su bolsillo para pagar algo que no desea, o que le obligue a hacer algo que no quiere”, argumenta el matrimonio Friedman.

Más adelante, aborda con devastadora coherencia el tema de las regulaciones en las relaciones laborales, poniendo en evidencia la falacia de las llamadas “conquistas sociales” y denunciando con prueba abrumadora los perjudiciales efectos sociales de los privilegios de los sindicatos y de las corporaciones profesionales.

Posteriormente, desarrolla un muy didáctico estudio sobre teoría monetaria, en la cual explica causas y consecuencias del proceso inflacionario, como asimismo explica los beneficios de la estabilidad monetaria y el modo de consolidarla.

En el último capítulo, analiza el modo en el que los problemas económicos son tratados en el ámbito de las instituciones políticas, estudiando cuestiones como el lobby, los incentivos de los políticos para favorecer a determinados grupos específicos en detrimento de los intereses generales, la concentración de poder y otros temas conexos que definen el panorama que condiciona el desenvolvimiento global de la economía.

Como resumen, cabe decir que Libertad de elegir es un muy buen tratado general de economía política, con un buen basamento teórico y una sólida proyección a las situaciones reales. Su lectura es altamente recomendable.

 

Liberalismo, de Ludwig Von Mises

Reseña de Liberalismo, de Ludwig Von Mises

(Un clásico de plena actualidad)
Fuente: https://web.archive.org/web/20160606192610/http://www.nanopoder.com.ar/libros-de-cabecera/liberalismo-de-mises.html


El ensayo Liberalismo, publicado por Ludwig Von Mises en 1927, constituye una reivindicación del liberalismo clásico del Siglo XIX que, en estos tiempos de populismo desbordado, mantiene plenamente su vigencia, a pesar de la extendida creencia de que se trata de un cuerpo de doctrina superado por el proceso histórico. El libro de Mises constituye, en ese sentido, una “vuelta a las fuentes”. Si bien fue escrito en el contexto histórico de la etapa de entreguerras, los fundamentos filosóficos, políticos y económicos que sostiene se mantienen vigentes.

Lamentablemente, esos principios ocupan un espacio muy marginal dentro de los debates políticos actuales, desplazados por concepciones basadas en ideologías colectivistas que subordinan la libertad individual –con todos sus efectos sociales subsiguientes− a las decisiones de los funcionarios gubernamentales. Pero precisamente por eso Liberalismo sigue siendo un libro de lectura recomendable. No es un libro detalladamente técnico, sino, más bien, una declaración de principios, equiparable –para analogarlo con una obra clásica de una corriente política antagónica− al Manifiesto Comunista, de Marx y Engels.

En la Introducción, el libro comienza por presentar la situación de relegamiento intelectual en la que el liberalismo se encontraba en la época de la publicación del libro, mucho menos profunda que la actual, pero que ya prefiguraba la “marea antiliberal” que se fue acentuando conforme avanzaba el Siglo XX. Luego, se adentra en la presentación de los principios humanísticos, filosóficos y políticos sobre los que la política liberal se sustenta. Lógicamente, en este segmento, el libro toca cuestiones tales como la propiedad, la libertad, la democracia, entre otros.

En la parte II, el ensayo se focaliza en los principios de política económica liberal. El eje de la argumentación desarrollada en este tramo es la comparación con los sistemas alternativos, los cuales tienen todos, como característica común, el avasallamiento del genuino ejercicio del derecho de propiedad por parte del Estado, al amparo de argumentaciones de diversa índole. Particular interés tiene el Apartado 4 de esta Sección, titulado La inviabilidad del socialismo, donde Mises explica la imposibilidad de la práctica del cálculo económico sin disponer de la orientación suministrada por el sistema de precios emanado del régimen de libre mercado.

Más adelante, Mises trata cuestiones referidas a los asuntos internacionales. Esta es quizá la parte del libro que, en su contenido concreto, más desactualizada ha quedado, no obstante lo cual cabe hacer un paralelismo con aspectos de las situaciones actuales, en particular cuando trata temas vinculados con las migraciones, los organismos internacionales, las restricciones al comercio internacional, etc.

En la Sección IV, el autor analiza las dificultades que la puesta en aplicación de una política liberal plantea. En muchos sentidos, los temas tratados en este pasaje tienen ampllia relación con circunstancias que se mantienen vigentes y aún acentuadas en la actualidad, en comparación con la época en la cual el libro fue publicado. Es evidente que el liberalismo es un sistema rechazado casi universalmente en todo el mundo, sin perjuicio de que la intensidad de ese rechazo sea mayor o menor en algunos países que en otros. Pero los fundamentos de la crítica antiliberal no han variado sustancialmente en casi un siglo y, por lo tanto, las refutaciones históricas de Mises siguen teniendo plena vigencia. Es particularmente interesante la lectura de este segmento del libro.

La quinta y última Sección del libro está destinada a analizar el futuro del liberalismo… en 1927. Mirado desde la época actual, el texto suena excesivamente esperanzado, demasiado ilusionado, poco realista. Mises siempre soñó, a lo largo de toda su vida, que las ideas liberales estaban próximas a renacer. En ese sentido, es evidente que sus esperanzas demostraron tener escasos fundamentos. Sin embargo, los argumentos en los que Mises basaba su “optimismo estructural”, siguen teniendo vigencia. Dice el autor que lo único que el liberalismo pretende “es llegar al fondo de la verdad, en el terreno que le interesa, aguzando sin descanso las correspondientes armas dialécticas, por ver si algún día, la gente llega a entender las cosas. Y, por tal vía, la única posible, al final, indudablemente prevalecerá”.

Quienes prestamos nuestra adhesión al ideario de la libertad no podemos menos que sentirnos identificados con estas ilusionadas aunque prudentes palabras de Mises, quien, aunque no haya llegado a ver en vida realizadas sus expectativas, dejó abierto un sendero que merece ser recorrido porque promete acceso a un futuro de progreso y bienestar. En ese sentido, la lectura de esta clásica –aunque no tan conocida− pequeña obra, constituye una valiosa fuente de inspiración y guía para mantener en alto los estandartes de la libertad como principio rector y fuerza propulsora del ordenamiento social.

La Rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset

La Rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset

Una introducción a la comprensión de la sociedad de hoy

Fuente: https://web.archive.org/web/20160606213249/http://www.nanopoder.com.ar/libros-de-cabecera/la-rebelion-de-las-masas.html


La Rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset, fue publicado en 1929 y analiza el cuadro sociológico que, en la consideración del autor, presentaba la Europa de aquella época. Ortega reconoce que el punto de partida de su análisis es una concepción aristocrática del orden social. Según su tesis, la sociedad está dividida en una minoría de individuos cualificados, que son quienes orientan el devenir histórico, y una mayoría de sujetos que responden a una matriz psicológica común. El liderazgo social les compete a los primeros. La función de los demás es “repercutir, positiva o negativamente” (sic) las iniciativas de los líderes.

Dada esta concepción teórica básica, Ortega sostenía que se había producido una “subversión sociológica” porque las masas habían decidido dejar de ser dirigidas por las minorías para pasar a conducir por sí mismas los asuntos de interés público. De esa apreciación básica, el filósofo madrileño va extrayendo diversas consideraciones que enriquecen, matizan, ilustran y, en cierto modo, prueban su afirmación.

En los primeros cinco capítulos del ensayo, Ortega describe un conjunto de rasgos básicos de la sociedad de las primeras décadas del siglo XX. A partir del capítulo VI, va describiendo la conducta del hombre-masa rebelde desde diferentes ángulos y sacando las distintas conclusiones que se desprenden de cada uno de esos enfoques.

Se trata –un fenómeno frecuente en los textos de Ortega− de un libro algo engañoso, en el sentido de que está escrito en un estilo accesible, pero sus contenidos son sumamente profundos. Por ende, expone al lector a sufrir el espejismo de que comprendió el sentido de la obra sin haberla analizado con la suficiente profundidad.

Un rasgo verdaderamente impactante de La Rebelión… es la medida en la que mantiene su actualidad, a pesar de que fue escrito hace casi 100 años y trataba de una temática de actualidad de su época. Pero lo cierto es que, con el transcurso del tiempo, el fenómeno de la influencia de las masas en el desenvolvimiento de la vida pública ha tendido a incrementarse y no a reducirse. Muchos de los argumentos desarrollados por Ortega resultaron proféticos y lo que entonces era novedoso (y por eso ameritaba ser consignado en un libro) ahora es un dato dado y asumido como obvio.

En esencia, el planteo de Ortega es que, en vista del extraordinario progreso tecnológico, económico y jurídico que la humanidad experimentó durante el siglo XIX, los seres humanos comenzamos a creer que todo el progreso acumulado no era una realización de individuos muy peculiares, que fueron los que crearon esos instrumentos, sino que se trata de productos de la naturaleza, que no se van a esfumar si no se aplican los medios tendientes a sostenerlos. Ortega afirmaba que esa conducta derivaría en la crisis de la civilización y, de hecho, su presunción no estuvo equivocada porque todo el proceso derivó en la tragedia de la Segunda Guerra Mundial.

En la actualidad, el problema tiene características diferentes, pero en esencia el fenómeno sigue vigente. Los populismos, la demagogia, la chabacanería, la superficialidad, que son los rasgos predominantes de la vida pública en casi todo el mundo (con sus más y sus menos, según los países, pero como común denominador en general) siguen vigentes y, peor aún, están naturalizados. El libro de Ortega es, por lo tanto, una introducción a la comprensión de los rasgos característicos de la sociedad de nuestra época.

En la parte final del libro, se plantean las cuestiones más sustanciales. El fenómeno de la rebelión de las masas se manifiesta en una pérdida del principio de autoridad, que es a su vez una consecuencia de una profunda crisis moral. Y en ese punto es, quizá, donde radique el mayor acierto de esta importante obra. Vivimos en una época donde los valores morales están sumidos en una ostensible desorientación. Lo que ha hecho Ortega y Gasset es diagnosticar el problema y explicar sus orígenes. Seguramente, el análisis más detallado y actualizado de la cuestión requiera estudios más precisos, con instrumentos conceptuales más modernos. Pero cualquier estudio sociológico serio acerca de la naturaleza de nuestra época no puede prescindir de comenzar por la consideración de los argumentos consignados en La Rebelión de las masas.

El libro puede descargarse gratis desde:
http://literatura.itematika.com/descargar/libro/190/la-rebelion-de-las-masas.html

Camino de Servidumbre, de Friedrich Hayek

Camino de Servidumbre, de Friedrich Hayek

Un clásico de la libertad

Fuente: https://web.archive.org/web/20160606192531/http://www.nanopoder.com.ar/libros-de-cabecera/camino-de-servidumbre.html


Camino de Servidumbre, escrito y publicado en Inglaterra en 1943, en medio del fragor de la Segunda Guerra Mundial, es el libro más popular del Premio Nobel de Economía (1974), Friedrich Hayek. El propósito básico de la obra fue advertir al público inglés acerca de la confusión intelectual que el autor advertía, en el sentido de que, mientras Inglaterra afirmaba luchar contra Hitler “en defensa de la libertad”, se promovía un ordenamiento económico que creaba las condiciones para que germinara un totalitarismo análogo a aquel contra el cual estaban luchando.

El libro es una muy fundamentada crítica contra la planificación estatal de la economía. El punto de partida del texto es el hecho, demostrado con abundante documentación por el autor, de que Inglaterra, hacia los años ’40 del siglo pasado, había abandonado definitivamente los principios de organización económica liberal que habían estado vigentes hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial.

Dichos principios, explica Hayek, fueron sustituidos por una creciente intervención del Estado en la economía, lo cual trajo aparejada una paralela pérdida de la libertad individual, que era, precisamente, el principio por el cual Inglaterra afirmaba estar enfrentándose a Alemania. El problema, según el autor, se agudizaría cuando la guerra concluya (a esa altura ya se vislumbraba la victoria aliada) porque las exigencias del esfuerzo bélico habían ya creado condiciones para facilitar mucho el proceso de planificación económica que contaba con amplio consenso para ser mantenido en forma definitiva. La mirada de Hayek en ese sentido fue profética porque, con posterioridad a la guerra, el Estado de Bienestar creado y sostenido por los gobiernos subsiguientes, efectivamente trajeron aparejada una fuerte dosis de intervencionismo gubernamental en el proceso económico, el cual recién comenzó a disminuir recién hacia los años ’80, con la llegada de Margaret Thatcher al gobierno.

Más allá de las circunstancias específicas de tiempo y lugar, el análisis desarrollado por Hayek admite una visión más amplia; es decir, lo que Hayek explica, aplicado a la situación específica de la Inglaterra de aquella época, es trasladable a todos los casos en los cuales el gobierno se plantee el proyecto de intervenir sistemáticamente en el devenir del proceso económico. Hayek menciona un caso particular, pero de ese análisis cabe inducir un fenómeno general.

En este sentido, resulta interesante e instructivo, en particular, el abordaje de los efectos morales que la planificación económica estatal trae aparejados. El razonamiento de Hayek es que, como el desarrollo de un proceso económico basado en una creciente intervención del Estado exige la ejecución de políticas más reñidas con los principios morales corrientes, favorece el encumbramiento de las personas más inescrupulosas.

Otro punto importante tratado en el libro, y relacionado con el anterior, tiene que ver con la imposibilidad de aplicar, bajo un régimen de economía planificada por el Estado, de un sistema legal equitativo, ya que la ejecución del plan exige subordinar todos los casos particulares a las conveniencias circunstanciales y, por lo tanto, es imposible garantizar la vigencia de derechos individuales absolutos. En consecuencia, todo el régimen jurídico queda subordinado a las decisiones arbitrarias de los funcionarios encargados de ejecutar el plan económico vigente, el cual, por lo demás, puede ser modificado en cada ocasión en que las circunstancias lo requieran.

Otro punto relevante del libro está referido al tipo de estructura política que un régimen económico planificado demanda, el cual es incompatible con un genuino ordenamiento democrático, donde la posibilidad de aplicar determinadas políticas está sujeta a la existencia de mayorías que son siempre contingentes. En la práctica, una economía supeditada a la discrecionalidad de los funcionarios requiere, si no formalmente, sí en los hechos una vertebración política dictatorial.

Camino de Servidumbre es un libro particularmente interesante para ser empleado como guía para el análisis y la comprensión de los regímenes vigentes actualmente en algunos países sudamericanos, en particular aquellos alineados con lo que se ha dado en llamar el “eje bolivariano” donde, bajo formas nominalmente democráticas, los gobiernos tienden (y en algún caso, están muy cerca de lograrlo) a controlar todos los resortes de la economía y, por ende, de la vida de los individuos.

El libro, en síntesis, es una profunda –aunque escrita en términos accesibles− reflexión respecto de la interrelación entre moral, libertad y economía. En ese sentido, aunque aplicada a unas circunstancias de época determinadas, es extrapolable a cualquier instancia histórica equivalente. Por lo tanto, tiene merecidamente ganado el carácter de “clásico de la libertad”, que está rápidamente adquiriendo, después de haber sido el texto en el que casi cuatro generaciones de liberales se iniciaron en el estudio sistemático de los problemas sociales.

El libro puede descargarse de este sitio web
https://bibliolibertaria.org/libros/camino-de-servidumbre/https://bibliolibertaria.org/libros/camino-de-servidumbre/

Tratado de Economía Política, de Jean Baptiste Say

Tratado de Economía Política, de Jean Baptiste Say

Una versión más depurada y más detallada de las ideas de Smith

Fuente: https://web.archive.org/web/20160606192520/http://www.nanopoder.com.ar/clasicos/tratado-de-economia-politica.html


El Tratado de Economía Política o Exposición sencilla del modo con que se forman, se distribuyen y se consumen las riquezas, publicado por el economista francés Jean Baptiste Say en 1803, constituye el primer avance importante de la ciencia económica después de la publicación de La Riqueza de las Naciones por Adam Smith, 27 años antes. Say presenta una versión más simple y depurada de las ideas de Smith pero, por ese motivo, permite identificar con más claridad los fundamentos de los procesos económicos. Ideas que en el libro de Smith aparecían más confusas, se aprecian con más nitidez en la obra de Say.

Específicamente, el aporte de Say es la clarificación respecto de cuáles son los tres grandes factores de producción económica: los factores naturales, el trabajo y el capital. A partir de allí, el libro va presentando, gradualmente, una exposición ordenada respecto de cómo los procesos de mercado se desarrollan. Todos estos elementos estaban presentes en la obra de Smith, pero bastante desordenados y, en alguna medida, supeditados al propósito general de demostrar las ventajas de la economía libre por sobre el intervencionismo mercantilista.

En Say, los beneficios de la libertad económica son asumidos como un concepto dado y eso le permite al autor concentrarse en cuestiones de detalle que Smith no había tocado o lo había hecho de manera poco sistemática. Todo esto deriva en un trabajo más técnico y menos ideológico, si lo comparamos con el libro de Smith. Say es un autor importante dentro de la historia del pensamiento económico porque es el primero que empieza a darle alguna sistematicidad a la idea de que la economía es un proceso de intercambios voluntarios, gobernados por la acción individual de los seres humanos. Muchas de las ideas que luego los austriacos comenzarían a desarrollar con mayor detalle aparecen en estado embrionario en el pensamiento de Say.

Por ejemplo, la diferenciación entre bienes de consumo y factores de producción, que luego Menger utilizaría como uno de los pilares de su edificio doctrinal, están presentes en el análisis del economista francés. De ese modo, partiendo de los hechos más evidentes a simple vista, el libro va avanzando gradualmente hacia los procesos menos apreciables, para ir desmenuzando cómo se acoplan las diferentes piezas que configuran la maquinaria de la economía. No faltan, en el análisis de Say, los factores que pueden operar como obstáculo, tales como ciertas disposiciones del gobierno, y tampoco están ausentes cuestiones como el derecho de propiedad, que configuran el marco institucional dentro del que la economía opera.

Una vez explicada la mecánica básica del proceso económico, Say se adentra en el análisis del fenómeno de la moneda, manejándose en el marco del patrón metálico (todavía oscilante entre el oro y la plata) que estaba vigente en la época en la que el libro se escribió. Por entonces, no se conocían las teorías que sustentaban la utilización de la política monetaria como instrumento de la gestión económica y de la búsqueda de determinados objetivos sociales. Pero, al mismo tiempo que un defensor de la moneda sana, lanza Say una preclara advertencia respecto de los riesgos involucrados en los manejos bancarios excesivamente audaces, que ya había tenido sus expresiones en el libro de Smith.

Después de haber planteado los rasgos que configuran, interrelacionados, la estructura del proceso económico, pasa Say a analizar las consecuencias de la puesta en aplicación de esta dinámica, es decir, el proceso de asignación de las rentas extraídas del desarrollo del proceso de producción. Aquí, nuevamente, partiendo de los hechos evidentes a simple vista, va interiorizándose en cada uno de los detalles, estudiando las diferentes ramificaciones del proceso de generación de beneficios, con las respectivas particularidades, según se trate de los distintos factores de producción.

Luego, como complemento del tema anterior, estudia el fenómeno del consumo, al que divide en privado y público (es decir, estatal) para concluir con un interesante análisis de los fundamentos de las finanzas públicas donde, una vez más, depura las ideas que ya había presentado Adam Smith. Aquí analiza tanto los gastos del estado, como los fundamentos de un sistema impositivo recomendable. Concluye con un estudio sobre el problema de la deuda pública y sus consecuencias sobre el proceso económico en general.

En síntesis, se trata de una obra de lectura recomendable, en particular para el lector que no tenga la paciencia necesaria como para sostener la lectura de un libro tan denso como lo es el de Smith. El tono de la redacción es amigable, ordenado y comprensible. En la época de Say, todavía (esto cambió más adelante) los economistas escribían con el lenguaje de los legos. Por eso el Tratado es un buen libro para tomar un conocimiento detallado pero ordenado de los fundamentos de la economía clásica, a través de uno de sus mejores expositores.

4000 años de controles de precios y salarios

4000 años de controles de precios y salarios

La inflación trasciende al tiempo

Fuente: https://web.archive.org/web/20160606185614/http://www.nanopoder.com.ar/clasicos/4-000-anos-de-controles-de-precios-y-salarios.html


La inflación no es un problema reciente en la vida económica. Existe desde hace miles de años y, en rigor, la causa es siempre la misma: el descontrol del gasto estatal y la manipulación gubernamental de la moneda. Pero a pesar de esas similitudes, dada la evolución de los sistemas monetarios, las formas concretas en las que el fenómeno tuvo lugar fueron diferentes a lo largo de los tiempos. La investigación histórica sobre el tema consiste, por lo tanto, en establecer los parecidos y los contrastes entre los modos en los que la inflación se manifestó a lo largo de las distintas épocas.

De eso trata el libro 4.000 años de controles de precios y salarios, de Robert Schuettinger y Eamonn Butler. Con buena documentación (aunque naturalmente fragmentaria, dada la escasez de datos directos) explican casos de inflaciones y crisis económicas en Egipto, Sumeria, Babilonia, China, India y, con un poco más de detalle y precisión, Grecia.

Luego, viene un capítulo referido a la economía del Imperio Romano, ya más documentado y mejor interpretado. En este segmento, en particular, es interesante el período referido al emperador Diocleciano, que intentó aplicar un férreo control de precios, cuyo listado aparece en un apéndice del libro, y resulta ilustrativo para conocer los hábitos de consumo de la época. Pero en términos estrictamente explicativos, el libro narra el proceso de degradación del denario de plata, que era la moneda histórica desde los comienzos de la República romana.

Durante la Edad Media, los debates sobre economía estaban teñidos de consideraciones de índole religiosa. Francia, Inglaterra y Bélgica son los países mencionados donde los reyes intentaron aplicar precios máximos en contextos inflacionarios, con los consabidos fracasos. Pero lo llamativo es cómo se repiten los argumentos para fundamentar estas políticas y, al mismo tiempo, cambia la forma de presentarlos, de modo que parezcan novedades. Lo interesante es que en estos tiempos empezaban a aparecer economistas teóricos que, rudimentariamente, argumentaban (la obra presenta estos análisis) en contra de las políticas monetarias expansionistas y los burdos intentos por controlar los precios.

Después de narrar algunas experiencias en las etapas iniciales de la historia de Estados Unidos y Canadá, aparece un capítulo dedicado a tratar la política económica de la Francia revolucionaria. Es llamativo ver cómo, a pesar del terror empleado, del poder absoluto de aquellos gobernantes jacobinos, y de la inescrupulosidad para aplicar cualquier método, los múltiples y contradictorios planes ejecutados para controlar la economía, asegurar el abastecimiento de productos básicos y evitar la especulación, fracasaron inexorablemente, hasta que fueron finalmente derogados.

Durante el siglo XIX, tuvo lugar el famoso debate en Inglaterra referido a las leyes que regulaban la comercialización de cereales, férreamente defendidas por los terratenientes, pero claramente perjudiciales para el pueblo en general. La derogación de esas leyes, que diera lugar a la época de mayor libertad económica de la historia, constituye una de las narraciones del libro, como asimismo, poco después, la fallida experiencia de los estados confederados (sureños) durante la Guerra de Secesión de Estados Unidos.

La finalización de la Primera Guerra Mundial marcó también la conclusión de la etapa librecambista que se había aplicado durante la mayor parte del siglo XIX. Amplios debates se suscitaron, entonces, en cada uno de los países que habían pasado por la experiencia de la guerra, para definir la orientación de su política económica. Y, una vez más, las discusiones giraron alrededor de los controles de precios y la fijación del volumen monetario que sería lanzado al mercado.

Los capítulos finales del libro narran experiencias más recientes, todas ellas del siglo XX, y, por lo tanto, están respaldadas por amplia documentación. Particularmente dignas de mención son la hiperinflación de la Alemania de 1923, los controles de precios durante el nacionalsocialismo y en la Unión Soviética, y los intentos, en diversos países, de aplicar controles sobre los montos de los alquileres de viviendas.

Después de concluir con los análisis de los casos históricos, el trabajo desarrolla una serie de reflexiones sencillas de naturaleza teórica respecto de las causas de la inflación, los efectos que provoca y el modo de superarla.

En el balance final, se trata de un libro ameno e instructivo, que incentiva la reflexión y contribuye a la comprensión y a la toma de conciencia en relación a dos problemas (la inflación y el control de precios) que, a esta altura, en la mayor parte del mundo, están transitoriamente controlados (aunque la Argentina es una excepción) pero que podrían reaparecer imprevistamente, ni bien surjan gobiernos con propensiones populistas (de hecho, están apareciendo en Europa) que se propongan intentar la búsqueda del éxito fácil y rápido, aunque sin sustento en el largo plazo.

La Riqueza de las naciones, de Adam Smith (Reseña)

La Riqueza de las naciones, de Adam Smith

El libro más importante de la historia del pensamiento económico

Fuente: https://web.archive.org/web/20160606143009/http://www.nanopoder.com.ar/clasicos/riqueza-de-las-naciones.html (Nanopoder.com.ar)


La Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, el famoso libro publicado en 1776 por Adam Smith, es, con justicia, uno de los textos más estudiados, citados y comentados de la historia. Resulta un lugar común la afirmación de que se trata del libro que dio comienzo formal a la economía como disciplina científica…

Conviene ser cautelosos ante este tipo de afirmaciones que tienden a presentar una versión simplificada de los procesos históricos, como si de manera abrupta hubiera un antes y un después tajante cuando se produce algún hecho relevante.

La Riqueza de las naciones es, por cierto un libro muy importante, quizá, aun hoy, la obra más relevante de todos los textos que se hayan publicado sobre economía. En cuanto a que Smith sea “el padre de la economía”, es una discusión que tiene que ver más bien con la nomenclatura que con una ponderada valoración de su contribución. Antes hubo muchos economistas que, sin llegar a tener la lucidez del escocés, realizaron aportes relevantes, que fueron preparando el camino para que, sintetizando, amalgamando y profundizando todos los conocimientos desarrollados hasta la época, Smith finalmente presentara su extraordinario trabajo.

El público general, interesado en economía, suele citar algunas frases famosas de Smith, pero la lectura completa y detallada del libro está circunscripta, más bien, a los economistas profesionales. Esto suele dar lugar a equívocos porque no todos quienes opinan acerca de las ideas de Smith están lo suficientemente informados como para hacerlo. Entonces ¿cuál es el aporte de Smith, cómo se encuadra en la historia del pensamiento económico, cuál es el valor que tiene en la actualidad su pensamiento?

Para responder estas preguntas, hay que entender en qué contexto intelectual Smith escribió. El punto es que, antes de él, el pensamiento económico no llegaba a abarcar la economía como un conjunto y solo abordaba temas puntuales. Autores como los fisiócratas, Hume o Cantillon, entre otros, habían aportado explicaciones a ciertos aspectos de los procesos económicos. Pero como la economía es un ordenamiento donde todos los fenómenos están interrelacionados, si se explica uno y se deja sin aclarar otros, resulta imposible abarcar conceptualmente el proceso en su conjunto. Entonces, el aporte esencial de Adam Smith fue que logró sintetizar, relacionándolas unas con otras, todas las piezas del engranaje de la economía.

Smith entendió que la economía opera, esencialmente, como consecuencia de los actos de los individuos (no del estado o de algún segmento colectivo en particular de la actividad económica), supo distinguir la importancia de la división del trabajo, explicó un concepto central de la economía como es el costo de oportunidad (su análisis de las relaciones comerciales de Gran Bretaña con sus colonias de América del Norte es un breve tratado sobre el tema) y fundamentó el marco institucional del progreso económico, entre muchos otros conceptos que dejó planteados como lineamientos fundacionales del pensamiento económico sistemático.

Por supuesto que hay innumerables aristas no suficientemente pulidas en su tratado y que un análisis más detallado permite apreciar inconsistencias, contradicciones o imprecisiones. También, con el paso del tiempo, fueron apareciendo temas nuevos que Smith no había tratado, puntos que fueron superados por la evolución histórica, ideas que renovaron los conceptos introducidos por el autor escocés. Pero la estructura básica del proceso económico, los fundamentos de la dinámica de los intercambios siguen teniendo plena vigencia, aproximadamente de igual modo que el motor del primer automóvil Ford funcionaba sobre la base de los mismos principios que los motores de los vehículos actuales.

¿Tiene sentido, en esta época, leer La Riqueza de las naciones? ¿No es un libro superado por el tiempo? La respuesta es que se sigue tratando de un excelente trabajo, cuya lectura es interesante en sí misma, más allá de que en algunos tramos (no tantos, igualmente) pueda haber quedado un poco desactualizado. Quizá la mayor dificultad para el lector no estudioso en detalle,radique en la extensión. Es un texto muy largo, que en sus versiones más conocidas supera las 1000 páginas, y que, si bien está redactado en un lenguaje accesible y que no requiere conocimientos especializados, exige atención, no es una lectura superficial. Pero para quien esté dispuesto a afrontar el desafío, es un libro al que vale la pena leer. Con paciencia, poco a poco, al final, queda la sensación de haber saboreado un texto muy enriquecedor, redactado hasta con cierto sentido del humor en algunos pasajes y, para el lector, la satisfacción de haber realizado un recorrido, que hasta puede ser considerado turístico, por un hito insoslayable de la literatura económica.

Entre la civilización y el fanatismo

ENTRE LA CIVILIZACION Y EL FANATISMO

Armando Ribas, agosto 2014
Fuente: https://web.archive.org/web/20180903075720/https://armandoribas.com.ar/fanatismo.html


Las guerras en el Medio Oriente constituyen una tristeza histórica, en un mundo que pretende ignorar la realidad que se ha logrado vivir. Las guerras por la dominación del mundo desaparecieron del planeta. Por siglos las guerras eran la razón de ser de los estados y la fuente del poder político interno. Tanto así que Kant después de asegurar que la razón estaba en la historia escribió: “El hombre quiere la concordia, pero la naturaleza que es más sabia quiere la discordia”. Y partiendo de este pensamiento Hegel dijo: “La guerra es el momento ético de la sociedad”.

Ya con anterioridad Montesquieu en las Cartas Persas había dicho: “Los cristianos son los que más se matan entre ellos.” Tanto así que en la guerra de los Treinta Años, entre 1618 y 1648 murió la mitad de la población de Europa. Por ello recientemente Jean Francois Revel en su “La Obsesión Antiamericana” dijo: “Son los europeos que yo sepa los que hicieron del siglo XX el más negro de la historia. Fueron ellos los que provocaron las dos Apocalipsis que fueron las dos guerras mundiales”.

Ante esa realidad, la pregunta pendiente ¿cuál fue la determinante de que la guerra fría no se hiciera caliente? La respuesta la dio Alberdi hace ciento cincuenta años cuando en su El Crimen de la Guerra” escribió: “Las guerras serán más raras a medida de que la responsabilidad por sus efectos se hagan sentir en todos los que las promueven y las incitan”. Y más recientemente Karl Eikenberry en un artículo en Foreign Affaires adoptó ese criterio respecto a las relaciones entre Estados Unidos, Rusia y China escribió: “Entonces existen las armas nucleares. Estas armas que poseen Estados Unidos, China y Rusia ayudan a Estados Unidos en dos formas. Primero, gracias a la lógica de la mutua destrucción, ellas radicalmente reducen la probabilidad de una guerra entre los grandes poderes… Segundo, las armas nucleares también hacen a China y Rusia más seguros, dándoles a ellos la seguridad de que Estados Unidos nunca invadirá”.

No obstante esa realidad, son muchos los que pretenden considerar que China constituye una amenaza porque está comerciando cada vez más con América Latina y también invirtiendo. Ese juicio desconoce la realidad que se enfrenta en la actualidad y de la que China ya se percatara, que tal como dijera David Hume, “la riqueza de tu vecino no te perjudica sino que te beneficia”. En razón de ello la China mantiene un superávit comercial enorme con Estados Unidos y por tanto son los mayores compradores de bonos americanos.

La China ha rechazado la percepción de Lenín en su obra “Imperialismo Etapa Superior del Capitalismo” donde sostuvo que la inversión extranjera surgía cuando los capitalistas ya no podían explotar más a sus trabajadores y exportaban capital para explotar a los extranjeros. Consecuentemente China recibe el 40% de la inversión extranjera mundial. Es obvio que en función de ella China ha crecido un 9% por año durante los últimos treinta años.

Evidentemente Alberdi preveía la realidad presente y por ello escribió respecto a la guerra: “Mientras haya algunos que las hacen y otros que las hacen hacer; mientras se mate y se muera por procuración, no se ve porqué motivo puedan llegar a ser menos frecuentes”. La validez de este juicio lo podemos ver en la actualidad en el Medio Oriente, donde se carece de armas nucleares y prevalece el fanatismo religioso que imperó en Occidente por siglos, y que determinaba a su vez el poder político. Por ello podemos percibir asimismo las guerras internas en Irak y en Egipto.

La situación de Hamas e Israel está determinada por el nacionalismo asegurado por el fanatismo religioso. Pero diría que más aun refleja el odio ancestral hacia Occidente (Europa) en virtud del trato que le dieron los europeos a través de la historia. Tengo entendido que en la actualidad en las escuelas del Medio Oriente se enseña a los alumnos “Las Cruzadas”. Y recuerdo que cuando era chico en el colegio me enseñaban el himno de las Cruzadas: “A la lid cruzados, a luchar con fe, para que de los pueblos Cristo sea el rey”. O sea, se pretendía dominar al mundo en nombre del cristianismo. Demás está decir que después de la primera guerra mundial entre Francia e Inglaterra se repartieron las tierras del Imperio Otomano. Tanto así que Winston Churchill en sus memorias cuenta que cuando se iba dormir pensaba dónde iba a poner las fronteras en el Medio Oriente. Fue en virtud de esa sabiduría que Kuwait fue separado de Irak, indudablemente para liberar la producción de petróleo.

Por supuesto para el mundo islámico, Israel es un émulo territorial de ese Occidente al que desprecian históricamente. Más allá de las razones por las cuales fuera recreado Israel, que puedan justificar su existencia, no cabe la menor duda de que ese hecho los islámicos lo perciben en términos nacionalistas como una violación territorial. No obstante que en la zona es el único país en el que se respeta la libertad. Por ello hay musulmanes viviendo en Israel donde disfrutan de la libertad que no existe en sus propios países, especialmente para las mujeres.

Podemos ver entonces que las guerras continúan entre y dentro de países que no disponen de armas nucleares, por más que Israel sí las tiene. El problema de Occidente hoy no es la guerra, sino la demagogia prevaleciente del socialismo en nombre de la igualdad. A ella se debe la actual crisis europea y amenaza la actual política americana. Al mismo tiempo ya debemos saber igualmente que donde reside el fanatismo religioso la libertad es un sueño de una noche de verano. Por ello la política de Estados Unidos y de Unión Europea respecto al Medio Oriente no tiene otra alternativa que conjugar con los dictadores que compatibilizan con Occidente y no intentar sustituirlos.

Tal como reconociera Vaclav Havel, “No estamos en una lucha entre civilizaciones, sino una lucha por la civilización. Civilización es una sola, donde se respetan los derechos individuales”. Por tanto podemos decir que un gasto público del 50% del PBI, implica la violación de los derechos individuales. Fundamentalmente el derecho a la búsqueda de la propia felicidad y del derecho de propiedad. Ésa es la social democracia y en América Latina tenemos amenazas mayores como es el socialismo del siglo XXI y las guerrillas como las FARC y no la China.

Otra muestra de la daga

OTRA MUESTRA DE LA DAGA

Armando Ribas, marzo de 2015.
Fuente: https://web.archive.org/web/20180903103628/https://armandoribas.com.ar/daga.html


Las últimas noticias referentes a la posición de Obama respecto a Venezuela, más que sorprendentes, a mi juicio constituyen una contradicción en la actual política internacional de Estados Unidos. Romper relaciones con Venezuela al tiempo que se negocian las relaciones con Cuba, el país que entraña el proyecto político comunista de Venezuela es, diría, incomprensible. No obstante esta realidad de la política exterior americana no puedo dejar de valorar y reconocer lo que Estados Unidos ha significado en la historia de la libertad en el mundo. Desconocer que si no hubiese sido por los Estados Unidos el llamado mundo Occidental habría sido nazi o comunista.

Como bien dijera François Revel en “La Obsesión Antiamericana”: “Son los europeos que yo sepa los que hicieron del siglo XX el más negro de la historia…Ellos fueron los que provocaron los dos cataclismos de una amplitud sin precedentes que fueron las dos guerras mundiales; ellos fueron los que inventaron y realizaron los dos regímenes más criminales jamás infligidos a la humanidad”. Y esa conclusión fue compartida por Peter Drucker cuando escribió: “Tan falaz es que se crea que el Iluminismo produjo la libertad en el mundo, como creer que la Constitución Americana y la Francesa se basaron en los mismos principios filosóficos”. Y por último, pero no menos importante es la observación de Ayn Rand que está vigente hoy: “La idea de emancipación predominante en Europa consistió en cambiar el concepto del hombre como un esclavo del estado absoluto, representado por el rey, al concepto del hombre como esclavo del estado absoluto representado por el pueblo”.

Perdón por la longitud de las citas precedentes, pero esa realidad es lamentablemente ignorada en un mundo en el que el país al que le debemos la desaparición del imperialismo en la historia, aparece como representante del imperialismo. Por ello en reconocimiento de esta realidad mi crítica la política internacional de Estados Unidos en la actualidad no implica desconocer la importancia de su presencia en la historia y en el futuro.

Pasando entonces a América Latina, es un hecho indubitable que el antiamericanismo como expresión del antiimperialismo pareciera ser “conditio sine qua non” para alcanzar el poder político. Así podemos ver que el socialismo unido al antiimperialismo son el carácter por antonomasia de la política latinoamericana, y decididamente ese es el camino del Socialismo del Siglo XXI. Ella explica sin lugar a duda la situación de pobreza en nuestro medio. Tanto así que en virtud de esa realidad los votos con los pies han convertido a Miami en la capital de América Latina.

Ante esa realidad de América Latina nos encontramos ante un hecho inusitado de la política americana en el Continente al Sur del Río Grande. Al respecto puedo decir que el mayor error en el análisis político y económico de América Latina es culpar a Estados Unidos por nuestro atraso. Lo dicho anteriormente no implica desconocer de mi parte algunos evidentes errores de la política americana en nuestro continente y a los que se refiere Jeane Kirkpatrick en su “Dictatorships and Double Standards”. Allí sostiene que Estados Unidos en su política internacional en ocasiones ha derrocado a los dictadores que les son favorables y ha favorecido a los que se le oponen.

Creo además que el mayor error político de Estados Unidos en su política internacional fue Yalta, donde le entregó la Europa Oriental al imperio ruso en manos del criminal Stalin. Así también no podemos menos que reconocer que Fidel Castro representante máximo en nuestro continente del régimen más criminal de la historia, que ha sido el comunismo debe su presencia dictatorial en gran medida a la política americana, tal como lo reconociera Mario Lazo en su libro “Dagger in the Heart”.

Mi criterio es que tal como Yalta determinó el sometimiento de la Europa Oriental al Imperio Soviético, hasta la caída de Muro de Berlín, la decisión de Kennedy de abandonar a los cubanos en Bahía de Cochinos y pactar con Krouchef la entrega de Cuba al Imperio Soviético, durante la crisis de los misiles, determinó la permanencia de El Muro del Malecón hasta nuestros días y la guerra subversiva en América Latina en la década del setenta. Tampoco podemos olvidar que Santo Domingo en aquella época no cayó bajo el régimen comunista de la mano de Fidel Castro se debió a que el presidente Lyndon Johnson, envió los marines para salvar la libertad.

Demás está decir que tampoco fue un acierto de Carter derrocar al Sha de Irán y apoyar la llegada de los Mullah al poder. Ello trajo el incremento del terrorismo en el mundo. Y esa decisión se tomó acorde con la recomendación de Zbiniew Brzezinski, asesor del presidente Carter y actual asesor de Obama. La Argentina es un triste ejemplo de esa realidad ante el hecho de la AMIA que hoy sigue presente en la política nacional, sin definiciones hasta el momento.

La reciente decisión del presidente Obama de firmar una orden ejecutiva por la que declara a Venezuela una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos, estableciendo sanciones para siete funcionarios de Venezuela a quienes acusa de violar derechos humanos y expresa su preocupación por las amenazas a la oposición. A mi juicio esa decisión constituye una vez más un error en la política americana en el continente.

En primer término no puedo menos que resaltar el hecho de que esta decisión en el momento en que se toma constituye una contradicción, con respecto a la pretensión del acuerdo con Cuba de restaurar las relaciones. Por otra parte igualmente considero, que independientemente de las actitudes dictatoriales de Maduro en Venezuela, ellas no constituyen una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos. Todo el antiimperialismo antiamericano en América Latina no tiene otro objetivo que justificar el poder absoluto interno. Es obvio que ningún político latinoamericano pretende una guerra con Estados Unidos, que sabe que jamás podría ganarla.

En tercer término por tanto esta decisión, tal como ya lo ha reconocido la oposición venezolana a quien ha beneficiado políticamente es a Maduro, y justificar las medidas de mayor control político que ya ha tomado a partir de esa decisión. Cada día que pasa me parece más realista y brillante la observación de Machiavello en El Príncipe, donde dijo: “El que no va usar la daga, no debe mostrar la empuñadura”.

La actual decisión de Obama constituye sin lugar a dudas otra muestra de una daga que no se utiliza pues salvo posibles restricciones comerciales, que serían difíciles de llevar a cabo dada la dependencia de Estados Unidos de las importaciones de petróleo de Venezuela, en ningún momento ello implicaría la caída de Maduro del poder. Ella se llevó a cabo anteriormente con la imposición del embargo a Cuba. Esto no quiere decir que no hubiera habido en aquella oportunidad para imponer el embargo, cuando Fidel Castro a su llegada nacionalizó todas las propiedades de Estados Unidos en Cuba. Y el embargo a los ojos del mundo aparece como la causa del empobrecimiento sufrido por la economía cubana.

Ya la OEA como era de esperarse de su Secretario General el Sr. Inzulza habría mostrado cierta oposición a la decisión de Obama, y por supuesto, en América Latina también se muestra la tendencia del antiimperialismo a favor de Venezuela. Desde luego el primero en manifestar esa posición fue Fidel Castro. Ya sabemos la influencia de Castro en la política de Maduro para cubanizar a Venezuela. La única aparente excepción ha sido Uruguay.

En fin nos encontramos ante una realidad pertinaz en la cual la izquierda parece dominar la ética, el pensamiento y, consecuentemente, el poder político. Lamentablemente, las medidas de Obama lejos de corregir esa tendencia en términos del proceso político que representa la libertad, estarían teniendo el efecto contrario. Por favor aprendamos de Lyndon Jonson y apliquemos la daga cuando corresponde y no la mostremos al divino botón.

A dónde queremos ir

A DÓNDE QUEREMOS IR

Armando Ribas, abril de 2015.
«Para el que no sabe donde va, no hay viento favorable». (Séneca)
Fuente: https://web.archive.org/web/20201003070606/https://www.armandoribas.com.ar/


Cada día que pasa se hace más obvio en el mundo la concepción de Nietzsche respecto a que democracia y socialismo son lo mismo. No puedo menos que coincidir con ese criterio, pues a mi juicio es un error trascendente el considerar que la libertad surgió de la democracia. Pero hoy la confusión reinante facilita a la izquierda apropiarse de la ética en nombre del pueblo, y los que estamos en contra somos antidemocráticos. Y a los hechos me remito, el llamado estado de bienestar es la causa de la crisis de la Unión Europea. El Estado de Bienestar no es más que el socialismo por la vía democrática, tal como lo definió Eduard Bernstein en 1.899. Como bien señalara The Economisst recientemente: “El problema de la Unión Europea es el sistema, y el que lo quiere cambiar pierde las elecciones”. Y en América Latina ahí tenemos a Maduro, a Santos, a Correa, a Dilma y más recientemente a la Bachelet como bache letal en Chile mediante su hijo. Y en Argentina …. Este análisis no implica desconocer los derechos al sufragio, pero cuando a través de ellos se logra instaurar el socialismo tenemos la realidad del pensamiento de Nietzsche.

Creo fundamental entonces hacer una descripción del sistema político que transformó al mundo y que, iniciado en Inglaterra con la Glorious Revolution de 1688, se llevó a sus últimas consecuencias en Estados Unidos con la Constitución de 1787 y el Bill of Rights de 1791. Y, oh sorpresa, Argentina fue el tercer país en llevarlo a cabo con la Constitución de 1853-60.

Comencemos entonces a definir las ideas que constituyeron los principios fundamentales de esa institución que en Estados Unidos se denomina el Rule of Law. La primera idea básica se sustentó en la noción de la falibilidad del hombre, y por ello fue Locke quien propuso la necesidad de limitar las prerrogativas del Rey, pues los monarcas también eran hombres. Por ello Hamilton en el Federalista escribió: “Una peligrosa ambición subyace bajo la especiosa máscara de los derechos del pueblo”. Y Thomas Jefferson consciente de esa realidad dijo: “Un despotismo electivo no es el gobierno por el que luchamos”.

Entonces James Madison rescató el principio del respeto por los derechos individuales como presupuesto de la libertad y en la Carta 51 escribió: “En una sociedad bajo la forma de la cual la facción más poderosa puede rápidamente unirse y oprimir a la más débil, puede decirse que verdaderamente reina la anarquía como en el estado de naturaleza, donde el individuo más débil no está seguro frente a la violencia del más fuerte”. Y en la 10 había escrito: “Hombres de temperamento faccioso, de prejuicios locales, o de designios siniestros, pueden por intriga, o por corrupción, o por otros medios, primero obtener los sufragios, y luego traicionar los intereses del pueblo”. Y estos conceptos fueron reconocidos por Aristóteles hace 2.500 años cuando en la Política escribió: “Cuando el pueblo se hace monarca, actúa como tal, viola la ley y desde entonces los aduladores del pueblo tienen un gran partido”.

Los principios anteriores muestran a las claras la consciencia de los “Founding Fathers” respecto a la falacia de la democracia mayoritaria, tal como lo había expuesto Davis Hume: “El problema no son las mayorías sino las asambleas que pretenden representarlas”. Por esa razón y siguiendo el pensamiento de Hume sobre la naturaleza humana cuando dijo: “Es imposible el cambiar o corregir algo material en nuestra naturaleza, lo más que podemos hacer es cambiar nuestra situación o circunstancia”. Madison definió al gobierno y escribió: “Si los hombres fueran ángeles no sería necesario el gobierno. Si los ángeles fueran a gobernar a los hombres ningún control externo o interno sería necesario. Al formar un gobierno que va a ser administrado por hombres sobre hombres, la gran dificultad yace en esto: Usted. primero debe capacitar al gobierno a controlar a los gobernados; y en segundo lugar, obligarle a controlarse a sí mismo”.

De esa clara concepción surgió claramente la función primordial que tiene el poder judicial para decir qué es la ley de conformidad con la Constitución: “Toda ley contraria a la Constitución es nula” (Marshall). Esa República denominada en Estados Unidos The Rule of Law, es hoy confundida como el capitalismo. O sea tal como lo expuso Marx la explotación del hombre por el hombre. Se ignora que el sistema no es económico sino que la economía es el resultado del comportamiento del hombre de conformidad con el sistema ético, político y jurídico en el que se desarrolla. Y en una segunda instancia no menos desfavorable se confunde con la democracia mayoritaria a la que ya nos hemos referido.

Pero ante esa sabiduría de la implementación de los anteriores principios expuestos, surgió la libertad individual y se tomó la concepción de que el Estado no existe como una entelequia que define la ética y los derechos del pueblo. Así ante la conciencia de que el gobierno está formado por hombres se definió la necesidad de limitar el poder político y consecuentemente el respeto de los derechos individuales, a la vida, la libertad, la propiedad y el derecho a la búsqueda de la propia felicidad.

El derecho a la búsqueda de la propia felicidad fue considerado por Locke como el principio fundamental de la libertad. Ese derecho implica la aceptación ética de que los intereses privados no son contrarios al interés general y de ahí surge otro principio fundamental y es el no confundir la moral con la justicia. La justicia es un aprendizaje de la historia (Hume). En reconocimiento de esa realidad Alberdi escribió: “El egoísmo bien entendido de los ciudadanos es un vicio, sólo para el egoísmo de los gobiernos que forman los estados”.

Igualmente Alberdi reconoció el derecho a la búsqueda de la felicidad y al respecto dijo: “Las sociedades que esperan su felicidad de la mano de los gobiernos, esperan una cosa contraria a la naturaleza”. Y este principio fundamental está reconocido en el artículo 19 de la Constitución Nacional: “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofenden al orden y a la moral pública, ni perjudican a terceros, están solo reservadas a Dios, y exenta de la autoridad de los magistrados”.

Una vez que sabemos cuál es el sistema político de la libertad, tal como lo hemos descrito y se encuentra en nuestra Constitución de 1853-60, queda pendiente cuál es la forma de lograr imponerlo políticamente. Lo primero es tratar de convencer a la sociedad de la validez de ese proyecto de libertad. Y en ese sentido tenemos que tomar conciencia de que nos encontramos ante un mundo en el que la izquierda se ha apropiado de la ética en nombre de la falacia de la igualdad económica y de los derechos del pueblo.

Ya debiéramos saber que la supuesta igualdad económica solo constituye un proceso demagógico para lograr el poder político, y hacerse rico en el Estado. Igualmente Alberdi había tomado conciencia de esa realidad y al respecto escribió: “Hasta aquí el peor enemigo de la riqueza del país, es la riqueza del Fisco”. En ese sentido diría que se había percatado de que existe una correlación inversa entre el crecimiento económico y el nivel gasto público respecto al PBI. Esa situación la enfrenta hoy Argentina donde el año pasado el gasto público habría alcanzado al 53% del PBI. Igualmente la Unión Europea enfrenta esa situación y dado el elevado nivel del gasto público que en Francia alcanza al 57% del PBI hoy tiene una deuda impagable y no crece. Como reconociera George Gilder el gasto público no forma parte del producto, sino del costo de producir.

Por tanto una vez que conocemos la razón de ser del incremento de la riqueza en el mundo surgido hace tan solo uno doscientos años, la pregunta pendiente es cómo hacer para implementarlo. Lo primero que tenemos que hacer es que los políticos tomando conciencia del mismo propongan el proyecto político a seguir. Esas son las ideas que llevaron a la Argentina a los primeros lugares del mundo. Y en nuestro caso rescatar ante la sociedad el hecho indubitable del Milagro Argentino logrado entre 1853 y principios del siglo XX llevado a la realidad por Alberdi, Mitre, Sarmiento y Urquiza. Por supuesto creo que una función adicional de los empresarios es contribuir directa o indirectamente a la defensa de estas ideas que le permitirán vivir en un mundo en el que se les reconozca definitivamente el derecho de propiedad.

La cumbre de la tristeza

LA CUMBRE DE LA TRISTEZA

Armando Ribas, abril de 2015.

«Ver cometer un crimen en calma, es cometerlo». (José Martí)
Fuente:  https://web.archive.org/web/20180903092049/https://armandoribas.com.ar/tristeza.html


La tristeza y el desconcierto son los sentimientos que provocaran la reciente Cumbre de las América a todo cubano que de una forma u otra ha sufrido las consecuencias de la llegada de Fidel Castro y el sistema comunista totalitario que impusiese. Se vieron obligados a abandonar su país, en muchos casos sin saber siquiera cuál sería su supervivencia, la separación de su familia o la pérdida de familiares y amigos muertos por el régimen y, por supuesto, la pérdida de sus propiedades.

Oír el descarado discurso de Raúl Castro, asesino indemne desde los primeros años de la Revolución, en el que distorsionara la historia de Cuba desde los primeros años de su independencia, no puede menos que producirnos una sensación de impotencia ante el crimen político organizado de la izquierda. En el mismo descalificó la intervención americana en Cuba al final de la guerra de independencia como una acción del imperialismo. Nada más falaz que esa descalificación histórica que lamentablemente Obama pareció aceptar como tal.

Esa descalificación es una flagrante mentira histórica, que es la de ignorar que fue gracias a la intervención norteamericana que Cuba se liberó de España después de treinta años de guerra. Cuba era la última colonia en el continente. Por tanto todas las fuerzas españolas incluidas las escuadras estaban a disposición para mantener la colonia, donde muchos cubanos todavía estaban a favor de la dependencia.

La guerra terminó pues, por la intervención norteamericana que duró tan solo tres años. Y al final Estados Unidos dejó a Cuba bajo la Constitución de 1901 de conformidad con los principios que rigen la Constitución Americana. Por tanto la intervención, a mi juicio, no solo permitió la independencia sino igualmente la libertad individual de los cubanos. Asimismo durante el gobierno de Wood se gastaron más de 15 millones de dólares en obras públicas e ingeniería sanitaria y se suprimió la fiebre amarilla.

No obstante esa realidad, Raúl Castro acusó igualmente a los Estados Unidos por haber impuesto en la Constitución la Enmienda Platt, como otro acto de imperialismo. Esa enmienda tan solo implicaba mantener la responsabilidad de los Estados Unidos por los derechos de los cubanos en Cuba y por supuesto, de la propiedad que incluía la de los americanos, y asegurar el comercio libre entre ambos países. Y al respecto del comercio añadiría que Estados Unidos pagaba a Cuba el doble del precio del azúcar en el mercado mundial. Por tanto esas convenciones en ningún caso implicaban un desmedro de los derechos de Cuba como nación independiente. Y no obstante ello, en 1933 el presidente Roosevelt suprimió de motus propio la Enmienda Platt.

La historia política de Cuba no es envidiable a mi juicio. Que hubo desaciertos y corrupción es innegable, pero solo el gobierno de Machado intentó un proceso nacionalista, pero fue derribado en 1933. La llegada de Batista después del golpe de estado presentó una alternativa. Aparentemente estaba influenciado por la izquierda, pero los Estados Unidos enviaron un barco de guerra a La Habana y Batista eligió el dólar sobre el rublo. Los sucesivos gobiernos no se presentaron como alternativa de la izquierda y los comunistas socialistas en las elecciones no obtenían más de un 2% de los votos.

Podría decir que el mal llamado sistema capitalista regía en Cuba donde toda la actividad económica estaba en manos privadas. En razón de ello y no obstante que aparentemente la economía cubana se encontraba con problemas, Cuba tenía el nivel de vida más elevado de América Latina. Y ello se debía indudablemente a las relaciones con los Estados Unidos.

Igualmente el discurso ignora que tal, como lo describe el embajador americano en su libro “El Cuarto Piso”, fue el gobierno de Eisenhower el que colaboró con la llegada de Fidel Castro a Cuba. Estados Unidos prohibió la venta de armas a Batista en su lucha contra los revolucionarios. El Cuarto Piso en manos de Roy Rubboton le sugirió a Batista que abandonara el poder. Por lo cual fueron los propios militares de Batista los que de una manera u otra apoyaron la llegada de Fidel Castro al poder.

Desde su llegada al poder mostró su antiamericanismo y recuerdo su primer discurso en el que dijo: “Nosotros no estamos aquí por el Pentágono sino en contra del Pentágono. Fue así que primeramente sacó la base militar de Estados Unidos en La Habana y poco después inició la política de nacionalización de las propiedades y el control de cambios.

Fue enfrentado a esa realidad que Estados Unidos estableció el embargo, que fue una respuesta a la política de Castro. Lamentablemente al poco tiempo, en 1961, el presidente Kennedy con la asesoría de Stevenson traicionó a los cubanos en Bahía de Cochinos al no cumplir con la promesa del apoyo aéreo a la invasión. Igualmente en 1962 acordó con Kruchev durante la crisis de los misiles entregar a Cuba a la órbita soviética.

A ese acuerdo le debemos la permanencia de la dictadura más criminal que ojos vieren por más de 50 años. Así también las guerras subversivas en América Latina tal como lo muestra claramente Juan B. Yofre en su reciente libro “Cuba Fue”. No obstante esta realidad, en su discurso Raul Castro, aplaudido por la audiencia acusó a Estados Unidos de haber apoyado la destitución de Salvador Allende en Chile. No debemos olvidar que bajo la égida de Allende Chile iba en el camino de ser la segunda Cuba en el continente. Haber salvado a Chile de ese desastre significó el cambio de política que lo convirtió en un ejemplo para América Latina.

He hecho este recuento histórico, pues no obstante esa realidad de la dictadura y la falta de libertad en Cuba, a Raúl Castro se le trató en la Cumbre como un demócrata que como tal finalmente habría sido reconocido por los Estados Unidos. La aceptación de Obama de eliminar el embargo, sacar a Cuba de la lista de los países terroristas e reiniciar las relaciones han sido interpretadas como el reconocimiento del error de la política americana frente a la sabiduría de los Castro. O sea, el imperialismo americano vs. la democracia cubana. Este hecho se magnifica ante la declaración de los ex presidentes de América Latina de reclamar al presidente Maduro la liberación de los presos políticos en Venezuela y no haber incluido una reclamación por la liberación de los presos en Cuba.

De la Cumbre surge la evidencia de que se ignoran los crímenes de los Castro y aun que en Cuba sigue vigente un sistema totalitario con su aparato represivo gigantesco. Recientemente Oswaldo Payá, líder de la oposición fue asesinado vilmente. Es evidente que en Cuba se continúan violando los derechos ante un mundo que sigue pretendiendo ignorarlo. Por todas estas razones me he permitido llamar a ésta la Cumbre de la Tristeza, donde no se reconoce la tristeza que abruma a quienes han sufrido en carne propia en alguna forma la desdicha de la falta de libertad en nuestro país y hemos sido obligados a abandonarlo en busca de libertad y supervivencia.

El mundo en ebullición, en escorzo y en confusión

EL MUNDO EN EBULLICIÓN, EN ESCORZO Y EN CONFUSIÓN

Armando Ribas, octubre 2015.
Fuente: https://web.archive.org/web/20180903105044/https://armandoribas.com.ar/escorzo.html


Cada día me convenzo más de que vivimos en un mundo inverosímil e impredecible en el que reina la confusión más acuciante. En primer lugar porque todo parece indicar que se ignora la razón de ser del mundo que como reconociera Karl Popper hace más de cincuenta años: “A pesar de nuestros grandes y serios problemas, y a pesar del hecho de que nuestra sociedad seguramente no es la mejor posible, yo digo que nuestro mundo libre es por mucho la mejor sociedad que ha existido durante el curso de la historia humana”. Y en este mundo conviven sociedades de las más diversas concepciones culturales. Así como dijera Don Ramón de Campoamor: “En este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.

Con respecto a este último aserto, que considero válido en gran medida, disiento en parte de la proposición. Existe una verdad, la cual al mismo tiempo que se desconoce, se ignora o se desprecia en función del color del cristal con que se mira, y que decididamente es rojo. Tanto así que aparentemente Raúl Castro fue el presidente latinoamericano más aplaudido en las Naciones Unidas. Y al mismo tiempo que Obama discrepa con Putin por apoyar el régimen totalitario de Al Assad en Siria en su lucha contra el terrorismo del EI, Estados Unidos acuerda con Cuba. Es decir con el régimen más criminal que ha padecido Cuba y América Latina.

Pero voy a insistir con una confusión fundamental, y permítanme otra cita que considero trascendente. Peter Drucker escribió: “No puede negarse que la Ilustración y la Revolución Francesa contribuyeron a la libertad en el siglo XIX. Pero su contribución fue totalmente negativa… Hay una línea directa desde Rousseau hasta Hitler. Una línea que incluye a Robespierre, a Marx y a Stalin… Tan difundida y falaz como la creencia de que la Ilustración engendró la libertad en el siglo XIX es la creencia de que la Revolución Americana se basó en los mismos principios que la Revolución Francesa y que fue efectivamente su predecesora”.

Perdón por la extensión de esta cita, pero las ideas contenidas en la misma son fundamentales para tratar de entender el mundo en que vivimos, evidentemente confundido por ignorar cuál fue la razón del curso histórico que se produjo tan solo en los últimos doscientos años. Por ello no me canso de repetir que la idea de la civilización Occidental, que entraña la confusión entre la filosofía política anglo-americana y la franco–germánica, implica ignorar la realidad del mundo en que vivimos. Europa por siglos vivió lo que me he permitido llamar el oscurantismo de la fe, y así Montesquieu en sus “Cartas Persas” reconoció que los cristianos eran los que más se mataban entre ellos. De esa etapa, Revolución Francesa mediante y con la contribución de Kant, Hegel, Nietzsche y Marx, pasó al oscurantismo de la razón. En función de ese racionalismo llegamos en el siglo XX a la segunda guerra mundial que costó la vida a 50 millones de personas y al holocausto.

Las guerras en el mundo occidental (no civilización occidental) han desaparecido gracias a las armas nucleares, que como bien dijera el Papa Juan Pablo I no son bélicas son disuasorias. Y esa realidad la había previsto Alberdi cuando escribió en El Crimen de la Guerra: “Las guerras serán más raras a medida que la responsabilidad por sus efectos se hagan sentir en todos los que las promueven y las incitan”. Tal fue la razón por la cual la Guerra Fría no se tornó en caliente. En esa guerra no hubiera habido vencedores ni vencidos sino solo destruidos. Las guerras pendientes son las que entrañan el terrorismo y donde no existen las armas nucleares, tal como ocurre hoy en Siria. Son pues los problemas internos los que quedan pendientes en este mundo globalizado, en el cual impera la información pero se carece de la formación.

Empezando con el Medio Oriente, es un hecho indiscutible que vive en la Edad Media. Cuando el que gobierna representa a Dios, el que se le opone es un hereje y por tanto hay que matarlo. Por ello continúan las guerras entre esos países, pero por supuesto sin armas nucleares. Así también surge la preocupación por la posibilidad de que Irán logre producir esas armas.

Pero volviendo entonces al pasado reciente de Europa podemos ver que Hegel considera en nombre de los reyes que “el estado es la divina idea tal como se manifiesta sobre la tierra”. Consecuentemente el individuo no tiene otra razón de ser que su pertenencia al estado y por tanto la guerra era el momento ético de la sociedad. En esa línea se había pronunciado Kant cuando escribió que: “El hombre quiere la concordia, pero la naturaleza que es más sabia sobre lo que le conviene a la sociedad, quiere la discordia”. De esa situación la Europa Occidental ha pasado al socialismo, Eduard Bernstein mediante, que en 1899 en discusión con Lenín escribió “Las Precondiciones del Socialismo”, donde comienza sosteniendo un error magno cuando escribió: “El socialismo es el heredero legítimo del liberalismo. No hay un pensamiento liberal que no pertenezca también a los elementos de las ideas del socialismo”. Así, ignora que el socialismo es la contradicción ética del liberalismo al ignorar la realidad de la naturaleza humana. Realidad que se había reconocido por Jesucristo cuando dijo: “El justo peca siete veces”.

Seguidamente en la obra citada escribió: “En nuestro tiempo hay una casi incondicional garantía de que la mayoría en una comunidad democrática no hará ninguna ley que haga una lesión interminable a la libertad personal”. Por supuesto no conoció a Mussolini ni a Hitler. Y no conoció tampoco las realidades de nuestro tiempo en diferentes países de América Latina cuyos gobiernos pretenden actuar democráticamente con un poder absoluto. Igualmente debemos reconocer que cuando el gasto público alcanza al 50% del PBI o más y se imponen niveles de impuestos impagables, se están violando los derechos de propiedad, así como el derecho a la búsqueda de la propia felicidad.

El socialismo, hoy con el Papa a la cabeza, pretende que los hombres sean ángeles o que sean gobernados por ángeles, olvidando que como bien escribiera James Madison: “Si los hombres fueran ángeles no sería necesario el gobierno, y si fueran a ser gobernados por ángeles no sería necesario ningún control ni interno ni externo. Pero al organizar un gobierno que va a ser administrado por hombres sobre hombres al gobierno, la mayor dificultad yace en esto: Ud. debe primero capacitar al gobierno para controlar a los gobernados; y en segundo lugar obligarlo a controlarse a sí mismo”. De ahí surge la necesidad de la división de los poderes y la función fundamental del poder judicial para decir qué es la ley conforme a los principios establecidos en la Constitución.

En América Latina, después de haber sufrido la guerrilla organizada y financiada por Rusia y Cuba prevalece la democracia mayoritaria que es el llamado populismo que es el engendro de la demagogia tal como la definiera Aristóteles hace 2.500 años, y al respecto dijo: “Cuando el pueblo se hace monarca, se hace déspota y viola la ley, y desde entonces los aduladores del pueblo tienen un gran partido”. Esa es la democracia mayoritaria que en algunos casos pierden la mayoría y al respecto Alejandro Hamilton escribió: “Una peligrosa ambición yace detrás de la especiosa máscara del celo por los derechos del pueblo”.

Hoy esa democracia prevalece en algunos de los países de América Latina cuyo proceso ético político vigente es un hecho indiscutible, y a ello se une la del régimen más criminal del continente que es la Cuba en manos de los Castro desde el año 1959 a la fecha. Y hoy estos criminales son recibidos por Obama para reiniciar las relaciones con Cuba y visitados por el Papa. En este proyecto parece ante los ojos del mundo que la causa de la pobreza en Cuba ha sido el embargo americano, que la izquierda falazmente denomina ‘bloqueo’. Si hubiese habido un bloqueo, hace décadas que Fidel Castro no estaría donde está.

Los propios Estados Unidos, tal como lo han reconocido algunos candidatos republicanos como Donald Trump y Marcos Rubio, están violando los principios fundamentales establecidos por los Padres Fundadores, que crearon en sólo cien años la primera potencia mundial. Pero la confusión del “Rule of law” con el capitalismo es el pretexto falaz de la izquierda para descalificar al sistema que permitió la libertad y la creación de riqueza por primera vez en la historia. Demás está decir que las palabras del Papa en esta instancia constituyen a su vez el desconocimiento de la razón de ser de la pobreza en el mundo subdesarrollado.

Siguiendo el viaje por el mundo, me voy a referir al caso de China, que constituye una prueba más de que hay un solo sistema que crea riqueza en el mundo. Si bien la China no practica en su esencia el Rule of Law en lo que hace a los derechos a la libertad, es evidente que cuanto menos ha reconocido el derecho de propiedad, desde un poder absoluto de un comunismo que es más capitalista que Europa. Por ello el 40% de la inversión extranjera va a la China y así lleva más de veinte años creciendo al 9% por año. Hoy ante el mundo está en crisis porque “solo” crecerá este año un 7%. Parece un chiste pues se ignora la crisis europea desde la social democracia, donde se crece a razón del 1%.

Si bien el caso de Rusia no es tan claro, parecería evidente que Putin ha producido un cambio político interno, en un mundo en que la guerra ha desaparecido como proyecto de los estados. Y la India parece haber abandonado las ideas de Mahatma Gandhi, y por ello también estaría creciendo. Y para terminar este viaje insoslayable voy a insistir en que en la medida que sigamos ignorando la diferencia entre la filosofía política anglo-americana creadora de la libertad, y la franco-germánica creadora del totalitarismo, difícilmente vamos a comprender la realidad del mundo en que vivimos. El Papa es el mejor ejemplo del error que padecemos hoy en el mundo. Es evidente que estamos mirando a través de un cristal rojo, y a los hechos me remito.

El presidente; la política a seguir

EL PRESIDENTE; LA POLÍTICA A SEGUIR

Armando Ribas, noviembre de 2015.
Fuente: https://web.archive.org/web/20180903084549/https://armandoribas.com.ar/presidente.html


Es un hecho incontrovertible que la situación argentina en la actualidad padece de un desequilibrio político y económico. Ya debiéramos saber que tal como dijera Lester Hutchinson: “El éxito de Adam Smith con la publicación de su libro “La Riqueza de las Naciones” tuvo un efecto no deseado; le hizo creer al mundo que la economía era una ciencia independiente de la ética y la política”. El hecho es que la economía es la consecuencia de la política. Por tanto, en primer lugar para diseñar una política a seguir en la actual situación debemos tomar en cuenta la diferencia entre el sistema de democracia mayoritaria y The Rule of Law, que fue el título dado por los Founding Fathers en Estados Unidos al sistema ético político que cambió la historia del mundo. La traducción pertinente es República y así lo reconocen tanto la constitución americana como la argentina, donde no aparecía la palabra democracia.

Los principios en que se funda la República son dos. El primero, que las mayorías no tienen derecho a violar los derechos de los individuos. Como bien dice Hume: “El problema no son las mayorías sino las asambleas que pretenden representarlas”. O sea el primer principio es el respeto de los derechos individuales: el derecho a la vida, la libertad, la propiedad y el derecho del hombre a la búsqueda de la felicidad. Estos derechos están reconocidos en la Constitución Nacional Argentina, pero voy a destacar el derecho a la búsqueda de la propia felicidad que tal como dijera John Locke es el principio fundamental de la libertad. Y este derecho está reconocido en el artículo 19 de la Constitución que dice: “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están solo reservados a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados”.

El segundo principio de la libertad y no menos importante es la limitación del poder político: la separación de los poderes y la independencia del poder judicial. El rol fundamental del poder judicial es el principio que determinó fáctica y jurídicamente la limitación del poder político. Fue en Estados Unidos donde se impuso por primera vez en la historia este sistema y la Argentina fue el segundo país del mundo en imponerlo, bajo la influencia del pensamiento de Alberdi y Sarmiento y la política de Urquiza y Mitre. Fue así que Argentina en cincuenta años pasó de ser en 1852 uno de los países más pobres del mundo a tener un ingreso per cápita más alto que el de Alemania, Francia e Italia a principios del siglo XX. Por ello es fundamental restaurar el sistema que produjo ese salto cuántico en la historia de América Latina.

Partiendo de los anteriores principios el primer paso en la política a seguir en Argentina para lograr equilibrar la economía es la reducción del gasto público, que en la actualidad supera el 50% del PBI. Ese nivel de gasto implica de hecho la violación del derecho de propiedad, vía el elevado nivel de los impuestos. Además es la causa del elevado nivel de la inflación y del proceso recesivo (stagflation). Así dijo Friedman al respecto: “El peso total es lo que el gobierno gasta, no los impuestos. Y cualquier déficit es soportado por el público en la forma de un impuesto escondido, que es la pérdida de poder adquisitivo de la moneda”. Por ello la política para controlar la inflación no es reducir la oferta monetaria, sino reducir el gasto público y bajar los impuestos. Y al respecto George Gilder escribió: “Más tarde o más temprano los liberals americanos y los laboristas británicos van a descubrir que las restricciones monetarias son una maravillosa forma de destruir al sector privado en tanto que dejan al gobierno intacto y ofrece pretextos para nacionalizar la industria”. Y es asimismo un hecho que existe una correlación inversa entre el nivel del gasto público y la tasa de crecimiento de la economía. A los hechos me remito y tal es la situación también de la economía europea en la actualidad.

Dadas las actuales circunstancias, el proceso para reducir el gasto público es complejo. Ya en los primeros siete meses del año el gasto público nacional aumentó un 38% respecto a igual período del año pasado. Al mismo tiempo se enfrenta un proceso recesivo. Mi criterio es que la rebaja del gasto debe hacerse en primera instancia en términos reales. Por tanto se requiere que el gasto nominal no aumente el año próximo y al mismo tiempo reducir los impuestos. También existe la teoría de que los impuestos constituyen un factor de incremento de los precios, pues reducen la inversión y consecuentemente la producción. Así, en primer lugar se requiere eliminar las retenciones a las exportaciones que han causado una reducción en la producción agrícola, y consecuentemente en las exportaciones, que en los primeros nueve meses del año cayeron respecto a igual período del año pasado, y así el superávit comercial ha prácticamente desaparecido. No menos importante es permitir la revaluación de los activos, que implica reducir la tasa del impuesto a las ganancias a su tasa legal que es el 35%.

En una segunda instancia se requiere reducir los gastos en determinadas áreas tales como el “futbol para todos”, los gastos en prensa y los planes trabajar. Por supuesto reducir el nivel de empleados públicos. Es de esperarse que en la medida que se restaure la seguridad jurídica y se reduzca el nivel de los impuestos, habrá una mayor inversión nacional e internacional, que consecuentemente determinará una mayor tasa de crecimiento y una reducción en el nivel de desempleo. La demanda de trabajo por parte del sector privado ha de compensar la merma del empleo público.

Otro factor de la mayor importancia es la actual sobrevaloración del peso y el control de cambios. Se requiere inmediatamente la supresión del control de cambios que implica una violación de los artículos 14, 17 y 19 de la Constitución Nacional. De acuerdo a nuestras estimaciones el peso en la actualidad se encuentra revaluado con respecto al dólar en un 42%. Es decir que el tipo de cambio de paridad sería de $13,95 por dólar. Pero la idea no es fijar el tipo de cambio, sino que el mercado lo determine. Y es posible que el mismo no supere la paridad antes dicha en la medida que se restaure la seguridad jurídica. Para ello es necesario finalmente llegar a un acuerdo con los llamados Fondos Buitres, lo que restauraría la confianza y la Argentina estaría en condiciones de recibir préstamos del exterior. No obstante los desequilibrios expuestos la deuda externa argentina alcanza a u$s 73.711millones. Y de acuerdo a nuestro tipo de cambio de paridad alcanzaría a solo un 19% del PBI estimado del 2015.

Por último otro factor para reducir el gasto público es la privatización de Aerolíneas Argentinas, que constituye un gasto insostenible basado en la ficción del nacionalismo. La idea de que los bienes son del pueblo significa en última instancia que es el pueblo el que los paga y no quien recibe el beneficio. Así al respecto Alexander Hamilton escribió: “Una peligrosa ambición yace detrás de la especiosa máscara del celo por los derechos del pueblo”. Ya debiéramos saber que cuando los derechos son del pueblo desaparecen los derechos individuales y consecuentemente la libertad. Por las mismas razones antes dichas es necesario suprimir la idea de que el petróleo es del pueblo y por ello se nacionalizó YPF. La consecuencia ha sido y sigue siendo los problemas en el ámbito energético. Así Argentina que era un exportador de gas, ahora lo importa de Bolivia. Conclusión, la reforma requerida para solucionar la situación de desequilirio actual, no es otra que volver a cumplir con los principios de la Constitución y consecuentemente volver a ser lo que la Argentina fue.