LA HISTORIA NO SE REPITIÓ
(Armando Ribas, septiembre de 2013)
Decía Hegel que la historia siempre se repite, y en El 18 Brumario de Luís Napoleón, Marx le contestó; “La primera vez es tragedia, la segunda es farsa”. Una vez más voy a discrepar tanto con Hegel como con Marx. La tragedia terminó en Waterloo y la farsa terminó en tragedia en Sedán en 1871, el fin de la guerra franco prusiana y el advenimiento del imperialismo alemán. En Paris llegó la comuna, cuyos miembros eran anarquistas y marxistas. Su visión le permitió a Alberdi informarle a Sarmiento que “existía una barbarie ilustrada mucho más peligrosa para la civilización verdadera que la barbarie de todos los salvajes de América (SIC) Se repetía una y otra vez la tragedia del Peloponeso, donde por primera vez tuvimos noción en Occidente que la opresión se imponía a la libertad mediante la guerra. Ese fue el triunfo de Licurgo sobre Solón.
En ese entuerto llegamos al siglo XX cuando por primera vez en la historia a través de la guerra se impuso la libertad. Por tanto, no creo en el historicismo o sea el determinismo histórico. Yo soy Protagórico y así creo como Protágoras, que “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son que son y de las que no son que no son”. O sea de los aciertos y los errores, y la sabiduría ha sido reconocer la falibilidad del hombre, que a través de la guerra se ha puesto de manifiesto en la historia.
Si analizamos la historia podemos ver claramente tal como lo muestra Bernstein en su obra “Tha Birth Of Plenty” que el ingreso per cápita en el mundo permaneció en el mismo nivel durante siglos y fue sólo a partir del siglo XVIII que comenzó a crearse riqueza. Y la pregunta del millón, es ¿Cual fue la razón de que se produjera este milagro de la historia, que vista desde el pasado aparecería una utopía? El mundo parece haber aceptado que este milagro se produjo con la llamada Revolución Industrial que comenzara en Inglaterra entre 1750 y 1850. No obstante se ignora la razón de ser de este proceso, que se inició gracias al cambio ético-político que surgió en Inglaterra con la Glorious Revolution de 1688. Fue a partir de ese momento histórico que se aplicaron por primera vez los principios ético-políticos de John Locke, y seguidos por David Hume y Adam Smith.
Ya debiéramos haber aprendido que existe sólo un sistema que permite la creación de riqueza, en el que prevalecen los derechos individuales a la vida, la libertad, la propiedad y el derecho a la búsqueda de la propia felicidad. Ese sistema requiere asimismo el respeto por otro principio fundamental que es que las mayorías no tienen el derecho de violar los derechos de las minorías, En la práctica tal como reconociera David Hume cuando se viola ese principio, no son las mayorías las que violan los derechos, son las asambleas que pretenden representarlas. Y he aquí el problema presente en los países desarrollados de Occidente. Me atrevo a decir que cuando el gasto público alcanza o supera el 50% del PBI, de hecho se están violando los derechos de propiedad y así como el derecho a la búsqueda de la propia felicidad. En otras palabras estoy reconociendo que la economía es el resultado del sistema ético-político y no viceversa.
Lamentablemente ese sistema que fuera llevado a sus últimas consecuencias por los Founding Fathers en Estados Unidos a partir de la constitución de 1787, fue reconocido por Marx como capitalismo, para descalificarlo éticamente como la explotación del hombre por el hombre. Hoy, no obstante la evidencia histórica, la política “que tiene razones que la razón no conoce” lo sigue descalificando éticamente por producir desigualdad económica. En un artículo reciente de Foreign Affairs, Jerry Muller reconoce que el capitalismo genera riqueza, pero que igualmente crea desigualdades. Por tanto considera que el wellfare state (Estado de bienestar) es la solución de la integración del capitalismo y la democracia. En ese juicio por supuesto ignora la crisis europea y el hecho manifiesto de que en la medida que el gasto público aumentaba se reducía a cero la tasa de crecimiento económico.
Esa visión es la generada por la izquierda que determina el poder político en el llamado mundo Occidental, y así parece ignorarse la causa de la crisis europea. La supuesta integración del capitalismo y la democracia, implica el desconocimiento del Rule of Law. La consecuencia es la ignorancia de las verdaderas razones de porqué se generó riqueza por primera vez en la historia. Y por supuesto sigue pendiente igualmente el porque se generó en algunos países y en otros no. La idea de la teoría de la dependencia prevalece y Lenín esta presente con su «Imperialismo Etapa Superior del Capitalismo”. Allí sostuvo que: ”En tanto el capitalismo continúe siendo lo que es, el capital excedente no será utilizado para elevar el nivel de vida de las masas en un país, porque esto significaría una declinación en las ganancias de los capitalistas, sino con el propósito de incrementar las ganancias exportando capital a los países subdesarrollados”.
La historia ha mostrado la falacia de esa aseveración, pero aun así la demagogia prevalece para explicar así el supuesto fracaso del capitalismo. Así en antiimperialismo o sea el antiamericanismo se ha a convertido en la conditio sine qua non para alcanzar el poder democráticamente o justificar el poder dictatorial. La China refleja hoy la falacia de las palabras de Lenín. Asi no obstante su gobierno supuestamente comunista recibe el 40% de la inversión extranjera en el mundo, y consecuentemente ha crecido al 9% por año en los últimos treinta años y se ha convertido en la segunda economía mundial.
Otro aspecto a considerar es la razón de ser de que los llamados países emergentes crecen a tasas superiores a la de los países desarrollados el hecho de que los países llamados emergentes crecen a tasas superiores a la de los países desarrollados. Las razones son varias. La primera es tecnológica y no política. Los países emergentes por el momento no tienen que inventar nuevas tecnologías para incrementar la eficiencia productiva, les basta con aplicar las existentes. Otra causa es que por razones obvias los salarios en los países emergentes son más bajos que en los industriales, y consiguientemente a las empresas les conviene invertir en los países emergentes aumentando la competitividad. Y en ese sentido algunos países emergentes han olvidado e ignorado el pensamiento de Lenín respecto a la inversión extranjera.
Existe asimismo un aspecto político que está siendo violado en los países desarrollados, que es que las mayorías no tienen derecho a violar los derechos de las minorías. El resultado es el estado de bienestar, que es el socialismo que como ya he repetido es la denominación dada por el Iluminismo a la demagogia. Hoy en la China que es el ejemplo del crecimiento a tasas chinas, encontramos un gobierno autoritario que estaría violando los llamados derechos humanos. Pero la pregunta pendiente es cual sería la política china si la China fuese democrática y los chinos votasen. No puedo menos que recordar que en Estados Unidos hasta principios del siglo XX votaba sólo el 20% de la población. O sea era un gobierno autocrático o si se prefiere oligárquico, pero capaz de aplicar el Rule of Law, y su éxito fue indiscutible.
Estas mis últimas palabras no implican que estoy en contra de la democracia, sino que el análisis realizado muestra que las elecciones son necesarias pero no suficientes. En reconocimiento de esa realidad ya Hamilton en la Carta 1 de El Federalista dice: “Una peligrosa ambición muy a menudo yace detrás de la especiosa máscara del celo por los derechos del pueblo”. Por ello toda democracia que desconoce la división de los poderes, de hecho puede ser una tiranía. Y aun más cuando desde el poder democrático se desconocen los derechos de propiedad en nombre de la igualdad y del socialismo, desparece la creación de riqueza y hoy Europa es el mejor ejemplo. Cuidado con el estado de bienestar que está causando mucho malestar.
Para terminar creo que afortunadamente la historia no se repitió y por ello se alcanzó el mundo en que vivimos, que lo tomamos por dado y seguimos desconociendo y aun descalificando al sistema que lo produjo.